Edmund Burke
Lo más seguro es que no se acabe el mundo en esta fecha ni en ninguna cercana, pues las evidencias reales (y no los deseos bíblicos) que se presentan día con día no apuntan para ese apocalíptico escenario. ¿Pero de dónde salió esta loca idea del fin del mundo en esta fecha?
La nota que me hizo reflexionar sobre este asunto se publicó la semana pasada, y relata la increíble y triste historia del neoyorkino que se gastó la friolera de 140 mil dólares en anuncios que se han puesto en toda la ciudad capital del "Empire State", anunciando que el próximo 21 de mayo de 2011 será el día del "juicio final". La noticia puede verse aquí. Me admira la profunda credulidad de la gente que hasta es capaz de gastarse una fortuna en anunciar lo que probablemente sea un vil engaño.
Esta reacción más que alocada del buen (y muy gastalón) Robert Fitzpatrick, quien trabajaba en el servicio de transporte público de Nueva York, se produjo cuando conoció al grupo cristiano evangélico Family Radio, cuyo pastor Harold Camping realiza predicciones usando cálculos numerológicos. Esto se publicó en el Washington Post (ver nota: http://www.washingtonpost.com/blogs/blogpost/post/may-21-and-other-judgment-days-that-have-come-and-gone/2011/05/12/AFHjwnyG_blog.html). Y a raíz de esta publicación, el nuevo campeón del ateísmo, del racionalismo y de la evolución, el mismísimo Richard Dawkins, comentó que ante esta tontería del juicio final o del fin del mundo, la ciencia nos puede hacer una mejor predicción (aquella bien conocida que explica que en unos cinco mil millones de años nuestro sol eventualmente se convertirá en una supernova y se tragará a la tierra en una magnífica explosión).
Pues en un evento como ese no habría mucho espacio para donde hacerse para evitar ser vaporizado por nuestro sol; lo bueno es que mucho antes de ese plazo, todos los que estamos actualmente en esta roca seremos poco más que polvo. Lo que sí es conveniente saber es para donde hacerse con esta gente que gusta de hacer profecías baratas. Hay que saber que Harold Camping ya había predicho el fin del mundo hace tiempo... y falló estrepitosamente. Según él esto debió haber pasado entre el 15 y el 27 de septiembre de 1994.
El problema con las profecías numerológicas, basadas en libros antiguos como la biblia u otros de similar pero dudosa procedencia, es que no consideran ningún tipo de modelo fenomenológico. Simplemente se basan en coincidencias lejanamente sorprendentes que tienen que ver con números enteros, sistemas arbitrarios de numeración y ganas de meterle miedo a la gente (y meterse unos cuantos millones de dólares a la bolsa, por concepto de limosnas y contribuciones de los fieles crédulos... digo... creyentes). Ver la memoria de cálculo de Camping en el soporte documental.
Así que la adivinanza de la casa, como respuesta a la pregunta que da nombre a esta entrada, es que esta será otra de esas profecías fallidas cuya trascendencia será simplemente anecdótica. Quizas ese día tiemble en algún punto del planeta, quizás le caiga un rayo a un inocente peatón, o quizás atropellen a un tierno perrito faldero, escapado de alguna lujosa residencia. Y quizás eventos como los descritos tristemente signifiquen el fin del mundo para unas personas, como lo han sido otros eventos desafortunados, como el reciente sismo en Lorca, España. Pero no se ven indicios de alguna otra catástrofe de magnitudes descabelladas que vaya a dar al traste con nuestra querida tercera roca.
Dicho lo anterior, proponemos a la amable concurrencia cibernética mexicana disponerse de una buena dotación de cervezas frías y un hato de botana para ver la final del torneo clausura del futbol mexicano el día siguiente (domingo 22) entre los Pumas de la UNAM y los Monarcas de Morelia. Y a la no mexicana, tomarse un traguillo de alguna bebida espirituosa para festejar en esa fecha el sistema numérico decimal, con su subconjunto de números naturales, cuya arbitraria existencia hace las delicias de gente loquilla por hacerse notar.
Que lo más seguro es que ese día no haya juicios finales ni fines del mundo... y sea un día como cualquier otro.
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