La muerte es el menor de todos los males.
Sir Francis Bacon
A veces uno tiene que tomar decisiones que no son nada gratas. Y es que todo se reduce a cuestiones de prioridades, de valores, de recursos.
El tema de esta entrada es precisamente la decisión nada grata de sacrificar a una mascota cuando está enferma y cuando sufre por causa de su enfermedad. Miren ustedes, mis queridos lectores el caso es el de mi gata que responde al nombre de Chiti, y que ha engalanado algunas entradas de este blog (como es el caso actual).
La Chiti es una gatita blanca, de ojos azules y orejas rosadas y comenzó a mostrar signos de enrojecimiento en sus orejas hace cosa de dos años. La gente que sabe de gatos nos indicó que padecía de sensibilidad a la luz solar. Esto significaba que el enrojecimiento se debía a la típica quemadura por exposición al sol y nos recomendaron que se le pusiera bloqueador solar para evitar las quemaduras. El clima de Jiutepec se presta para tener muchos días soleados al año y el carácter de la Chiti (libre, voluntariosa e indolente como buen felino) también se prestaba para que la solución del bloqueador no fuese la más idónea.
Al correr de los meses el enrojecimiento se convirtió en resequedad y eso le provocaba comezón. Después al rascarse se provocaba heridas que la hacían sangrar profusamente. Un amigo veterinario me recomendó que le curara las heridas autoinflingidas con violeta de genciana (cloruro hexametílico de Pararosaniline) y que le colocara un producto de nombre raro para ahuyentar las moscas. Eso hice y la Chiti mejoró, pero sólo en forma temporal (además de que adquiró un tono muy sui generis en el pelaje alrededor de sus orejas).
Pero recientemente nos mudamos de ciudad y ahora la Chiti vive con la familia en Cancún, Quintana Roo. En los últimos días la situación ha empeorado, a tal grado que las hemorragias causadas por sus rasquidos prácticamnete la tienen postrada dos o tres veces al día, sin minimizar las constantes labores de limpieza de muebles, paredes, ropa y utensilios que se tiñen de rojo sangre y las constantes discusiones familiares sucitadas por este tema.
Un veterinario local le recetó varios antibióticos y anti-inflamatorios así como el uso de un collar isabelino (una especie de "cono de la vergüenza") para evitar que se pueda rascar la zona afectada. Puede verse cómo es este artilugio en la siguiente imagen:
Pues en efecto, el uso de esta especie de cono es un suplicio vergonzante para la Chiti. Para empezar no puede comer ni tomar agua en forma normal ni sin extenuantes trabajos. No puede acicalarse, lo cual es de extrema importancia para cualquier gato que se precie de serlo, No puede caminar correctamente y mueve su cabeza como si fuese una antena parabólica localizando el satélite correcto. Tampoco puede rondar libremente por el vecindario porque se "atora" con frecuencia con ramas y cercas.
Lo peor de todo este asunto es que aun con el collar de la vergüenza, la Chiti ha logrado encontrar la forma de rascarse las orejas. Como se puede ver en la imagen, el collar tiene una unión, una especie de ceja que mantiene unidos los extremos del cono. Pues la Chiti logra colocar esa ceja justo a la altura de su oreja y cuando eso pasa sacude su cabeza con movimientos violentos, haciendo que su oreja raspe contra esta ceja. Las hemorragias han continuado y empeorado.
En realidad no sabemos qué más hacer para evitar su sufrimiento. Aunque los medicamentos le han mejorado sus orejas, ella misma no permite la cicatrización de sus heridas. Ha enflacado mucho y maulla con insistencia sin motivo aparente.
Ya no podemos solventar más tratamientos de salud para la Chiti, pues finalmente estaríamos utilizando recursos económicos destinados a la subsistencia familiar y nos parte el corazón verla sufrir de esa forma, acabándose poco a poco, sin comer lo suficiente, sin pasear lo suficiente, sin estar suficientemente limpia. Una alternativa planteada por nuestros hijos era donarla a una familia que pudiese hacerse cargo de su salud, pero ¿quien quiere a un gato enfermo, sangrón, indolente y que además requiere de costosos tratamientos para su salud, que con mucha probabilidad no surtirán efecto?
Así que si su salud no mejora en el corto plazo, lo mejor que hasta hoy puedo ofrecerle a mi Chiti, es la muerte: eutanasia mediante el piadoso uso de una dosis alta de anestésico, que la libere de su rampante sufrimiento de una vez por todas y que nos permita llevar una mejor vida al resto de la familia, aunque con el dolor de saber que ya no estará entre nosotros.
¿A algún lector le gustaría estar en mis zapatos para tomar esta decisión?
5 comentarios:
Ya han considerado esterilizarla?
Es una buena opción para mantenerla dentro de casa y que no se exponga al sol. Yo también tengo un gatito, esta castrado y no tengo problemas porque quiera salir.
¿Que tal regalarla a alguien que viva en un lugar con clima nublado?
Acidita:
Consideramos esa opción hace 4 años después de su primer embarazo y posterior parto. Ha sido estéril durante todo este tiempo.
Gracias por la sugerencia de cualquier forma.
Bardruck:
Sí, esa sería una alternativa y fue por ello que publiqué este post. Ahora lo he circulado entre amistades y conocidos, veremos si alguien se apiada de la Chiti.
Un saludo a ambos
KC
Verdaderamente no me gustaría estar en tus zapatos, tal vez porque pienso parecido. Hace poco menos de 6 meses que tengo mi primera experiencia con felinos, y son verdaderamente maravillosos, por su caracter definido, porque son tan cambiantes como nosotros y porque no sienten obligación de dar nada que no quieran. Así es nuestra Madi.
Cuando leía tu post, me preguntaba qué haría yo y la respuesta no es ni fácil ni agradable, porque mi primera pregunta es: sería vida para ella sabiendo cómo es, las cosas que le gustan? Mi segunda pregunta es qué quisiera yo en su lugar, (qué quiero si mi única opción es sobrevivir sin poder ser/hacer lo que me define. Tremendas discusiones familiares al respecto, pero francamente es lo que elijo).
Mi sugerencia es que conociendo a tu Chiti elijas lo que crees que le causará menos sufrimiento. Para mi ayudar a morir sin un sufrimiento insoportable, dignamente, también es un acto de amor. Probablemente la respuesta moral sea conservar la vida a cualquier precio, pero cuál es la respuesta ética?
Cariños.
M.
Pués claro que no me gustaría estar en tus zapatos: ya alguna vez me "salvé" con Los Duques (mis pastor alemán) cuando cambié de domicilio y fué a mis padres a quienes les tocó pasar por ese trance. Hoy que `Daisy´ (una dogo alemán) tiene ya seis años y le ha cambiado tanto el caracter creo que poco a poco el momento tan temido llegará; espero que falten muchos años pero realmente no sé (Nota mental: consultar con el veterinario el cambio de humor de la perra)
Inés Bazán
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