martes, 1 de marzo de 2011

La fe de piedra

Un perro hambriento sólo tiene fe en la carne.


Antón Pavlovich Chéjov



No siempre mis entradas se derivan de experiencias que he tenido en el ciberespacio (aunque son la mayor parte), hay algunas que son resultado de interacciones con personas y situaciones reales, en espacios reales, en tiempo real. Y me explico mejor: No es que las experiencias en el ciberespacio sean falsas, o que se deriven de personas falsas o ficticias. Lo que quiero separar es el tipo de interacción impersonal que representa este medio cibernético, de las experiencias personales que no dependen de una interfaz como el teclado, la pantalla, el cpu y el WiFi.


En esta ocasión la entrada se refiere a una experiencia real que tuve la oportunidad de presenciar. Por situaciones que no vale la pena mencionar, fui invitado a una sesión de meditación guiada por una especie de "maestro". Y si asistí fue por solidaridad con una persona a quien quiero mucho de verdad. Yo no hubiese tenido la intención de explorar esa experiencia por deseo, iniciativa o curiosidad. Pero ya estando ahí aproveché para preparar una serie de reflexiones racionales (eso espero) sobre este asunto.


El esquema


La sesión de meditación se lleva a cabo en el patio de la casa del "maestro", en el que se colocan unas 50 sillas de plástico (curiosamente cortesía de Cerveza Sol y Cocacola). Se cita a las 7 de la noche pero la mayoría de la gente llega con suficiente anticipación. En la entrada un hombre sonriente saluda a los "meditabundos" con una amplia sonrisa, haciendo con la mano la señal del pulgar hacia arriba y diciendo en voz alta algo así como "¡Bienestar, salud y éxito por siempre!".


Antes de entrar se pide a los meditabundos (especialmente a los "nuevos", como su seguro servidor) que lean una especie de "oración" que está escrita en una cartulina a la entrada de la propiedad, y que empieza con algo así como "Gracias te doy padre por dejarme entrar a tu templo de sabiduría...". Antes de que me lo pidieran ya había leido los primeros renglones, más por curiosidad que por otra razón, pero antes de entrar el sonriente hombre me preguntó si ya había leído la oración completa. Mentí, lo admito, pues dije que sí y pasé al templo.


Al frente de las sillas colocadas en 4 hileras había una pizarra de acrílico blanco con un texto escrito en rojo que hablaba de la separación entre dios y el hombre. En uno de los muros laterales había otra cartulina que contenía una leyenda que rezaba "Los 12 rectores planetarios" seguida de algunos nombres propios como Miguel, Samael, etc. Lo curioso es que al final de la lista de esos nombres estaban los de Jesucristo, Pitágoras, Albert Einstein, y Saint Germain. Había además, distribuídos por todo el patio, un número importante de vasos de plástico desechable con agua en su interior.


Para no llamar tanto la atención, me senté en la fila de atrás, en un extremo. Mi acompañante se sentó a mi lado junto con algunos de sus conocidos. A cada uno de los asistentes se nos dio uno de esos vasos sin decir para qué serían usados. Yo supuse que el objetivo era calmar la sed de los meditabundos y me tomé algunos tragos.


El proceso 


No aburriré a la amable concurrencia con todo lo que siguió y sólo haré un resumen. A eso de las 7:15 PM se presentó el "maestro" y saludó a cada uno de los meditabundos con un abrazo. Cuando me tocó el turno me dijo "tu espíritu es fuerte y ha recorrido un camino muy largo a través de los tiempos"; yo sólo respondí "buenas noches". Después del abrazante ritual dió inicio con una especie de oración que todos debíamos repetir (yo no la repetí, pero admito que tampoco hice el intento de aprendermela o de recordar algo). Acto seguido explicó brevemente el texto de la pizarra y develó que ese texto le había sido "canalizado" por los maestros ascendidos. Dejó ver que él es una especie de transmisor del mensaje de paz y amor de estos maestros y que ese mensaje tenía el objetivo de preparar a la humanidad para "el cambio" que vendrá.


Hasta este momento no vi ni presencié nada extraordinario. Mucha gente piensa que en verdad puede comunicarse con los espíritus o que éstos le dictan mensajes de "buena onda" y esta no parecía ser otra cosa. En un momento dado dijo que haríamos un brindis con el agua de los vasitos (a esas horas ya me había bebido totalmente el agua que me habían dado, así que pedí a mi acompañante que compartiera conmigo un poco de la suya). Aquí fue donde la cosa se puso bastante bizarra. Antes de brindar el maestro dijo que había que bendecir el agua (no problem), que había que pensar que el agua nos haría un bien (no problem), que nos sanaría el ADN (bueno, bueno... si no estuviese sano el ADN de mis células vivas no podría haber estado allí), y que para ello había que bendecir el ADN del agua. Repito: bendecir el ADN del agua.


La gente sin chistar bendijo el ADN del agua. Y yo me pregunté para mis adentros ¿acaso sabrá esta gente lo que es el Ácido Desoxirribonucléico? ¿Acaso no fueron a la escuela y les enseñaron lo que significa las siglas ADN? ¿Acaso no saben que el agua, al ser un elemento inerte, sin vida, NO TIENE ADN?. Recordemos que el ADN es un tipo de ácido nucleico, una macromolécula que forma parte de todas las células. Contiene la información genética usada en el desarrollo y el funcionamiento de los organismos vivos conocidos y de algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria.


Después de la explicación del texto y de recibir un largo "dictado" (al puro estilo de la escuela primaria), vino una especie de "revelación". El maestro nos revelaría un par de colores "nunca antes vistos por los humanos" para sanar nuestras vidas. Un color, en el espectro infrarrojo (o sea invisible), supuestamente venía del planeta Júpiter y el otro color, situado entre el "rojo y el naranja", provenía de Plutón. El primer color (que nunca fue mostrado ni demostrado y que de existir tampoco podríamos ver pero evidentemente podríamos "sentir" quizás en nuestra piel) supuestamente curaría los órganos atrofiados, y el segundo color (que tampoco fue mostrado, pero que podríamos haber visto claramente) mataría virus y bacterias en nuestro cuerpo. 


Yo me quedé esperando que después de la revelación y "activación" del color de Plutón alguno de los meditabundos comenzara a vomitar y a evacuar por la eliminación de su micro flora intestinal, pero al parecer el "rayo plutoniano" no pudo matar nuestras bacterias y nada espectacular sucedió. Recordemos que la colaboración entre humanos y bacterias nos da capacidades que ninguno (ni ellas ni nosotros) tendría por separado. El premio Nobel Joshua Lederberg afirmó que veía a estas bacterias como portadoras de unos “genomas extra” que complementan al nuestro. De esta colaboración, las bacterias obtienen la protección del interior del cuerpo y un aporte constante de nutrientes gracias a los que pueden reproducirse en condiciones óptimas. 


Después de la colorida (pero más bien deslucida) revelación sanadora, vino un receso que consistió en pasar a la casa y consumir alimentos preparados por la esposa y familiares del "maestro", pero pagando por ellos. Dos chiles cuaresmeños rellenos de queso y dos tacos de algo que parecía carne molida por 40 pesos. Nada barato por cierto.


Después del vigorizante receso, vino la meditación. Nos sentamos de nuevo en el patio y el maestro nos guió someramente mediante una oración que debíamos repetir frase por frase en voz alta y con los ojos cerrados (yo no la repetí y tampoco hice el esfuerzo por recordarla, pero cerré los ojos). El maestro encendió un estéreo y puso música de violines (el conocido Canon y Giga en Re mayor de Johan Pachelbel) y dijo que los "armónicos" de la música harían que las "vibraciones" de los meditabundos ascendieran a su nivel más elevado. He de confesar que he escuchado música más relajante que este Canon.


Pero después, amigos lectores, vino el acabose. El maestro sacó una guitarra y mientras todos estábamos en la estupi... digo... en la meditabundez, se puso a cantar unas canciones bastante federicas. Las letras no eran tan importantes: una mezcolanza sin rima ni ritmo acerca de la paz, del amor, de las vibraciones, de las energías, del cosmos, de los maestros ascendidos y de otras muy conocidas palabras de los nuevoereros. Lo más horrendo del numerito fue que la guitarra estaba evidentemente desafinada. Los armónicos del Canon se fueron al Caño.

Los errores y la clave



Uno de los errores garrafales del "maestro" fue la mención del ADN del agua. Posteriormente hubo gente que ante mi queja por la falta de rigor en el lenguaje científico, dijo que el "maestro" hablaba del "ADN energético". Peor tontería aún, digo yo. Otro error fue el de no diferenciar bacterias infeccionsas de bacterias benéficas en nuestro organismo, al revelar su puto... digo, su plutoniano rayo de luz naranja; si hubiesen muerto nuestras amigas amibas, nuestro sistema digestivo estaría bastante ocupado en desocuparse y no precisamente sanándose. El peor error en que incurrió el maestro (de acuerdo con mis sensibles oídos) fue hablar del beneficio de los armónicos (o quizás quiso decir armonía) y haber tocado una guitarra evidentemente desafinada.


Los meditabundos que asistimos parecíamos una colección heterogénea, algunos tenían cierto nivel de educación y cultura. Pero ¿cómo es que nadie se dio cuenta de los errores garrafales de este maestro? (no revelaré su nombre para no hacerle propaganda gratuita, pero en el círculo de mis amistades se le conoce como el "maestro ENEMA"). ¿Cómo es que la gente quiere creer en esas patrañas y pensar que en efecto el maestro se comunica con Albert Einstein, con Pitagoras y con Jesucristo (entre la docena de mequetrefes)? ¿Cómo creer que existen colores que nunca han sido "vistos" por los humanos, y que son capaces de matar bacterias y virus sólo con imaginarlos?


La respuesta estuvo en un par de hojitas que nos pasaron al final y que contienen las cuatro virtudes para lograr la ascención, así como otras cuatro "cualidades" entre las cuales está la más peligrosa de todas: La fe. Así dice el panfleto de marras (que puede verse en versión escaneada completa como archivo PDF, con todo y faltas de ortografía, en el repositorio documental de Ahuramazdah) respecto a la fe:


Fe.- Que todo lo que hagamos y nos den den aquí en las clases lo sientamos (sic) como verdadero que las meditaciones y las curaciones que aquí hacemos son verdad.


Esta es la clave que anula cualquier tipo de duda o crítica hacia el maestro enema o hacia lo que pasa en el recito de sabiduría: La gente que asista a esta meditabundeces debe tener la fe de piedra... y yo añadiría que también el intelecto de piedra.

Yo no dudo de la buena intención del maestro para con la gente. Lo que no se vale es engañar a los meditabundos parroquianos con mentiras y patrañas que evidentemente ayudarán muy poco para resolver sus problemas "con las energías", o con sus "contratos karmáticos", o con su estado de salud. Y no descarto el poder de la autosugestión ante problemas derivados de alteraciones emocionales o psicosomáticas. Pero de eso a alterar el ADN del agua, hablar en tiempo real con el buen Alberto Einstein (supongo que en alemán o inglés), matar bacterias con rayos plutonianos y elevar el espíritu con melodías desafinadas, hay un camino muy largo y árido que por desgracia transitan los crédulos guiados por charlatanes carismáticos. El final de ese camino es un caos de conceptos inútiles que sólo tienen eco en mentes anuladas en sus capacidades con la receta de la fe de piedra.

2 comentarios:

Sr Cincuentón dijo...

Pues andale! Que Jesús y Einstein hablaban en español o tu maestro era realmente muy docto en idiomas

Pablogger dijo...

Pues al maestro no se le daba muy bien el español que digamos, a juzgar por sus instrucciones para las 4 virtudes (que finalmente eran 7).

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