Friedrich Wilhelm Nietzsche
En México llamamos "merolico" al charlatán que mediante una tupida verborrea intenta vender sus milagrosos productos en plena calle. Es una figura popular que no desaparece al paso del tiempo, se mantienen en las atestadas calles de ciudades como la de México DF, Guadalajara y otras. Pero no sólo siguen su actividad callejera sino que se transforman y se adaptan a los modos modernos de comunicación (me refiero a el radio, la TV, y la red de redes). El vocablo incluso puede usarse para designar a charlatanes como el "maestro" que bendice el ADN del agua y receta rayos plutonianos contra los virus y bacterias (sin distinción alguna).
Resulta interesante conocer la historia detrás del vocablo "merolico". Hace poco leí a Catón en su columna del Reforma (http://www.reforma.com/editoriales/nacional/598/1194859/). Decía el buen Armando Fuentes Aguirre:
El vocablo "merolico" proviene del nombre de un supuesto médico que se hacía llamar el doctor Meraulyock. Llegado a Veracruz en tiempos de Maximiliano, vendió en el Puerto, en Puebla después, y finalmente en la Ciudad de México, donde se estableció, un llamado "Aceite de San Jacobo" que supuestamente sanaba todas las enfermedades y prevenía todos los males corporales. Encomiaba su poción el curandero con una gárrula palabrería, al tiempo que acariciaba dos serpientes que ponían temor y asombro en la gente que le hacía corro. Después se supo que el tal médico era sólo un charlatán. Ganó el pícaro, sin embargo, a más de mucho dinero, una cierta forma de inmortalidad cuando su nombre pasó a formar parte del rico acervo de mexicanismos que imantan al idioma del blanco.
Busqué un poco más en la red, para averiguar más sobre el origen de la palabra y me encontré con un artículo académico publicado en e-journal de la UNAM de la autoría de Claudia Agostoni, del Instituto de Investigaciones Históricas. Su título es "MÉDICOS CIENTÍFICOS Y MÉDICOS ILÍCITOS EN LA CIUDAD DE MÉXICO DURANTE EL PORFIRIATO" (http://www.ejournal.unam.mx/ehm/ehm19/EHM01901.pdf). Nos dice Claudia:
En 1875, un artículo en la Gaceta Médica de México destacó la presencia de charlatanes y curanderos en el país. Señalaba que, “si bien en todos los tiempos y en todas partes han existido estas plagas de la humanidad, como un testimonio de la ignorancia y de las preocupaciones del vulgo, tal vez en ninguna como en México está tan desarrollada”. Añadía que, a pesar de la existencia de claras sanciones penales para aquellos individuos que al ejercer la práctica médica lo hacían sin tener un título legal, rara vez se aplicaba el castigo correspondiente.
O sea que ya desde entonces existía la preocupación pr la proliferación de "productos milagro" entre la gente ignorante. Más adelante nos dice acerca del origen del vocablo:
A pesar de que el ingresar a la Escuela Nacional de Medicina fue uno de los elementos que, supuestamente distanciaba a médicos calificados de charlatanes, hubo un caso muy controvertido respecto a un individuo que logró ingresar a dicha institución. Se trata del doctor Rafael de J. Meraulyock o Meroil-Yock, quién llegó al puerto de Veracruz en un barco con bandera francesa en 1864 o 1865. El pasajero, un hombre polaco “de extraña y agitada melena rubia, largos mostachos y espesa barba que le caía sobre el pecho” afirmaba ser un ilustre médico, un diestro dentista y poseer fármacos infalibles para todas las enfermedades conocidas y por conocer. Los habitantes del puerto, asombrados ante el ilustre médico, quien vestía una larga túnica “entre griega y oriental”, acudían a él en multitudes; el motivo: anunciaba ser el portador del famoso aceite de San Jacobo, un elixir infalible para “la curación de todos los flatos, dolencias, cólicos, malos humores, asperezas de la piel y hasta para la extirpación completa de callos y callosidades”. Tal fue el éxito del doctor Meraulyock, que las noticias acerca de sus proezas médicas rebasaron los límites del estado, y tal la fortuna que consiguió, que obtuvo los recursos suficientes para desplazarse a la ciudad de Puebla y de ahí, a la capital de la república. Dado que su apellido era difícil de pronunciar, la ingeniosa habla popular le adulteró el nombre por el de “merolico”. Desde entonces, merolico es el calificativo con el que se designa a médicos charlatanes, embaucadores y callejeros.
Muy interesante la comprobación de un hecho histórico que respalda el uso de ese vocablo. Claro, a veces algunos astutos periodistas pretenden agrandar el espectro de aplicación del vocablo merolico hacia personajes públicos de primera línea, como el propio presidente de México, Felipe Calderón, quien por sus declaraciones es comparado con un merolico por el periodista Pedro Miguel (http://navegaciones.blogspot.com/2008/04/doctor-merolico.html). Esto, más que efectivo, es sólo gracioso.
Lo interesante de la comparación referida es el acucioso relato que Pedro Miguel dice que hizo Mauricio-José Schwarz sobre el engaño de un anónimo merolico de la Ciudad de México:
Schwarz cuenta que una vez, en la Avenida de los Misterios, observó a un vendedor de concha nácar que decía: “Usted va a ver, usted va a mirar, usted va a observar, usted va a contemplar cómo esta víbora se va a poner rígida, totalmente tiesa, recta y derechita como una varita de nardo. Nomás le pido que se quede detrás de la raya, porque estoy trabajando; sí señores, trabajando honradamente, con honestidad y dignidad aquí ante ustedes y su buena voluntad, para ganarme el pan para mis hijos, no como otros que nomás se aprovechan de la gente para robarles sus objetos invaluables de valor sentimental o emocional o económico.” Infiere el autor que el truco consistía en que, cuando el vendedor hacía esa recomendación, varios de ellos se llevaban la mano al lugar donde los guardaban. “Otro personaje, situado detrás, y del que quizá sólo por malpensado deduje que era cómplice del merolico, pasaba la vista sobre el grupo y seleccionaba a las presas más fáciles. Tres minutos después, el público babeaba fascinado por la verba del vendedor y ya todos se habían olvidado de la cartera o el monedero, lo que aprovechaba el presunto cómplice para pasar ágilmente, como pizcando algodón, zumbándose las carteras de los dos o tres que la tenían más a mano”.
A fin de cuentas, médicos improvisados, fabricantes (y anunciantes) de productos "milagro" y maestros karmáticos ofrecen lo mismo: curaciones "alternativas" como fachada de un engaño económico. Y a todos les puede caber con propiedad el epítome de MEROLICOS.
Para finalizar esta entrada sólo mencionaré que mi opinión es que la reciente salida de Miguel Ángel Toscano como comisionado de la COFEPRIS (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios) ha sido un punto a favor de la proliferación de MEROLICOS en México. Su gestión al frente de esta Comisión logró sacar del espacio televisivo los anuncios de productos milagro y abrió las puertas para que artistas que supuestamente los promocionaban, dieran versiones más creíbles como la de Carmen Montejo y la de Claudia Lizaldi (http://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/102856.html): No comprarían los productos que han anunciado.
Más claro ni el agua.
Imagen desde Noticias de Toluca
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