jueves, 24 de enero de 2008

Escepticismo y fe

Muchas veces nos preguntamos (los escépticos) si esto que se habla sobre los ovnis, sobre las psicofonías, sobre las canalizaciones, sobre las civilizaciones de otras galaxias, sobre la reencarnación, sobre los ángeles, sobre las civilizaciones subterráneas, sobre los astronautas prehistóricos, sobre si se niega o no el holocausto, sobre todo esto que se ventila en estos espacios, tiene un fundamento realista.

Nos preguntamos si la investigación ufológica (ovnilógica, en mejor neoligismo castizo) tiene resultados verificables, si como resultado de todo este esfuerzo de quienes defienden estos asuntos, existe algo que pueda ser verificado con seriedad e independencia.

Luego nos encontramos con mucha frecuencia el recurso de la ofensa, de la descalificación, de la comparación con el "angel hermoso que tienta a la ignorante mujer", y otros más, como padecer de "ceguera espiritual", ser "panrefutadores", etc. para desvirtuar el verdadero propósito de la búsqueda: Verificar si lo que se afirma es real o no lo es.

A veces recurrir a la ley para dirimir esa cuestión nos lleva a citar al caso de Gamez y Benítez como una prueba de la veracidad de las afirmaciones del último, cuando de lo que se trataba era de juzgar los dudosos excesos del primero en ofensas y descalificaciones. Cuando llueve, la lluvia cae en todos los terrenos. Pero llevar al grado de ley los sesgos de opinión y creencias como en el caso de los países en los que disentir de la historia aceptada del holocausto es motivo de encarcelamiento o multa (Australia, Austria, Canadá, República Checa, Francia, Alemania, Israel, Lituania, Nueva Zelanda, Polonia, Rumania, Eslovaquia y Suiza), o como en el caso de los EE. UU. en donde algunos estados se prohibe que en las escuelas oficiales se enseñe la teoría de la evolución de Darwin, o dónde invadir la privacidad de los ciudadanos es declarado como derecho del gobierno (en aras de combatir el crimen organizado), nos pone bajo alerta.

¿Por qué bajo alerta?

Por lo menos a mi me queda claro que cuando se trata de imponer aquello que es obra de la fe, surgen las guerras, las aniquilaciones, las invasiones, las esclavitudes. Y no se trata de afirmar que la ideología imperante (que puedo conceder razón a la afirmación de que influye) impone a la fuerza sus creencias. Muchas veces la ignorancia de los poderosos hace que sus decisiones se inclinen por tal o cual moda. Me ha tocado vivir en carne propia, cuando mis gobernantes se dejaban seducir por sus "consejeros", haciendo que impulsaran tendencias que sólo beneficiaban a unos cuantos, pero que dejaban contentas a las mayorías.

Alguna vez fui cuestionado por haber afirmado que el escepticismo es una herramienta para liberarse de la esclavitud de la ignorancia. En esa ocasión mi detractor escribió:

Como puedes hablar de la libertad de la esclavitud de la ignorancia cuando estas sujeto a la esclavitud del escepticismo???

Y yo le respondí:

Tu punto de vista es respetable, pero te invito a que hagamos algo, que comparemos lo que el escepticismo hace y ha hecho por la libertad de pensamiento, por la libertad de tránsito, de religión, de culto. Después veamos si es que en realidad quienes practicamos el escepticismo "somos" esclavos.

Por esa misma alerta, Ann Druyan nos recuerda las condiciones de esclavitud en los EE UU del siglo XIX (en la obra de Carl Sagan "El mundo y sus demonios"):

Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo.

Y más adelante recalca:

Tiranos y autócratas han entendido siempre que el alfabetis­mo, el conocimiento, los libros y los periódicos son un peligro en potencia. Pueden inculcar ideas independientes e incluso de rebe­lión en las cabezas de sus súbditos. El gobernador real británico de la Colonia de Virginia escribió en 1671: Agradezco a Dios que no haya escuelas libres ni imprenta; y es­pero que no [los] tengamos durante los [próximos] cien años; porque el conocimiento ha traído la desobediencia, la herejía y las sectas al mundo, y la imprenta los ha divulgado y ha difama­do al mejor gobierno. ¡Que Dios nos proteja de ambos!

Reconozco que el modo de ejercer el escepticismo también es responsable de su posible éxito en esta empresa libertaria: Tachar de ignorantes a los que NO son escépticos, ofenderles, hacerles objeto de burlas, es hacer una mala publicidad a este (o para el caso, a cualquier) modo de pensar.

Por ello es importante respetar la fe de los demás. A los escépticos nos gustaría tener un mundo con libertad de pensamiento, con amor hacia lo diferente, con diversidad de creencias, cultos, ideas. Nuestra tarea es simple: proponemos métodos y exhibimos flagrantes mentiras.

La fe no puede ser usada para convencer a otros. La fe es el convencimiento más profundo de un ser humano en su propia y única creencia, que no requiere de evidencias. Pero la fe no debiera ser elemento de convencimiento y mucho menos arma de dominación. Ante este intento, esgrimimos el escepticismo.

Y otra cosa más, como epílogo: Las ideas pueden ser calificadas, pueden ser criticadas, pueden ser escrutadas, pueden ser adoptadas, cuidadas, desechadas y ¡hasta eternizadas!. Hacer eso mismo con los seres humanos constituye un riesgo enorme.

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