Alejandro Dumas
Hoy, 30 de abril, celebramos en México el "Día del Niño". Es una celebración tradicional en la que normalmente se hace una fiesta para los alumnos de las escuelas primarias pero no para los de las secundarias. Es decir, aunque no es una fiesta nacional (como lo es el 1 de mayo, día del trabajo) y no está reglamentada, es tradicional que se festeje a los chiquillos con edades desde preescolar (3 ó 4 años) hasta los 11 o 12 años. Algunos centros comerciales (Soriana por estos lares) pide a sus cajeros y cajeras que se disfracen o maquillen con motivos infantiles con motivo de esta celebración.
Normalmente el festejo gira en torno a las escuelas, pero también algunos vecinos se organizan para hacer celebraciones infantiles en comunidad. Normalmente no se hacen regalos a lo chiquillos, al estilo del 6 de enero o en navidad, pero no falta quien les obsequie balones y otros juguetes sencillos.
Bien, todo lo anterior sirve como introducción al tema de hoy, porque coincide con la fecha indicada, así que pasemos a nuestro asunto: La educación emocional de los niños.
El tema surgió frente a la consulta de una compañera cuyas preguntas pueden verse en el repositorio de documentos de apoyo de Ahuramazdah. De ahí tomo las siguientes cuestiones.
¿Creen ustedes que una persona adulta puede llegar a cambiar su forma de ser, de actuar en la vida si a traves de los años se le esta siempre "atacando" con palabras como "eres tiernamente cursi"... o "no podias dejar de decirlo", cuando en algun momento dice palabras tiernas a su pareja?¿Que sucede ahora con un niño pequeño? que también se le critica por ser sensible, más que otros y se le caen algunas lagrimas ante un reto de sus padres o ante una burla de sus amigos. ¿Puede ser este niño un desastre ante la sociedad cuando llegue a ser un adulto? ¿se le crea un grado de inseguridad? ¿autoestima baja?
Me referiré al caso en el que se intenta educar a los hijos a controlar sus emociones, comenzando con una de las primeras reacciones emocionales de los críos: el llanto.
Mi experiencia en este terreno es que de alguna manera uno como padre se las ingenia para saber cual es el motivo del llanto. Puede ser causado por un dolor físico, por una aflicción emocional (a veces los niños lloran cuando piensan que sus papás morirán algún día), por efecto de una burla cruel, por un desprecio, etc. Pero también lloran para causar un efecto en los padres, para invocar su lástima, su compasión, de manera ficticia. Esto sucede cuando, por ejemplo, se les niega el cumplimiento de un capricho.
En este último caso, pienso que es importante hacerles notar que el llanto es inútil, y que lejos de conseguir lo que desean llorando, lo que obtendrán es justo lo contrario. En vez de un premio, probablemente conseguirán un castigo. El asunto de la manipulación con falsas emociones debería ser evitado y canalizado en el mejor de los casos, so pena de que se caiga en el tan famoso triángulo dramático. Sin embargo, cuando el llanto es causado por un auténtico asunto emocional (quizás la pérdida de un juguete, mascota, el rechazo de sus compañeros, falta de atención frente a un problema de salud, etc.), la receta es diferente, ahí se debe hablar con ellos, tratar de entender sus sentimientos y guiarlos con mucho cuidado hacia la recuperación de su autoestima y de sus zonas seguras.
Como adulto es posible modificar (si se desea) ese tipo de características sensibles, utilizando los métodos que recomienda Wayne W. Dyer, o los del mismísimo Daniel Goleman. Claro, eso sólo si esa sensibilidad nos causa más problemas de los que resuelve, si nuestros sentimientos nos bloquean para actuar de una forma más objetiva y conveniente para nuestra vida personal, nuestra vida social, para nuestra vida profesional y para el logro de nuestros objetivos.
Considero que en mi infancia fui muy sensible, sin embargo al pasar de los años logré controlar mis reacciones sin coartar mis sentimientos, en la medida en que me eran útiles, fuera para mantener un sano equilibrio emocional, fuera para lograr una buena comunicación con mis semejantes. No me arrepiento de haber sido sensible, finalmente me permitió conocer una faceta de mi propio ser: el autocontrol. Ser capaz de sentir es maravilloso. Ser capaz de controlar nuestras reacciones por lo que sentimos es aún más maravilloso.
Mi experiencia me dice que las personas que viven sufriendo por cualquier causa, quizá deberían seguir sufriendo, pues ello les representa un bote salvavidas ante la terrible tormenta que representa manejar por sí mismos su propia vida. La lógica de estas personas es la siguiente. Si algo o alguien es culpable de mi sufrimiento, entonces me libero de la responsabilidad de aliviar, por mí mismo, ese sufrimiento. Así es como llegan a depositar en otros la responsabilidad de su felicidad (o infelicidad). Dyer afirma que son nuestros pensamientos los que dan origen a nuestros sentimientos y emociones, y estoy de acuerdo con él. Si cambiamos lo que pensamos (y por ende lo que hacemos) de seguro cambiará lo que sentimos. Si dejamos de ver al cónyuge como victimario quizás deje de serlo (para nosotros). Enfrentar las causas de nuestro sufrimiento es, en cierta forma, tomar control sobre ellas.
Actualmente procuro generar pensamientos positivos ante una posible amenaza emocional del exterior. Siempre habrá gente que trate de pasar por encima de uno sin importarle nuestros sentimientos. Ante eso, lo que se debe hacer es generar un buen escudo emocional para impedir que sus intenciones lleguen a afectar nuestra vida.
Uno debe partir de la idea que uno es quien controla sus sentimientos. Nadie más.
Pero para llegar a este punto, en la edad adulta, es necesario guiar a los críos mediante el ejemplo. Uno debe evitar dar rienda suelta a reacciones extremas bajo la excusa de "ser sensible" cuando se está frente a niños. También se debe evitar a toda costa que los chicos presencien espectáculos televisivos de este corte: Las modernas telenovelas de Televisa y TV Azteca abusan de esta artimaña emocional, colocando al menos una escena de falso dramatismo en cada minuto de su transmisión. Saben los productores de estos bodrios que la reacción ante este abuso emocional es mantener al televidente atento (y estupidizado) ante las muestras de estas falsas reacciones sin control. Por ello uno debe evitar que los pequeños vean esta basura de programas, para evitar que el ejemplo se reproduzca en ellos, sea como víctimas o como victimarios (lo que se conoce como bullying, una forma de abuso infantil).
Finalmente la etapa infantil es de aprendizaje, pero también de juego. Es una etapa de maduración pero también de prueba y error. Es una etapa de desarrollo físico, intelectual y emocional. Es una etapa en la que el aprendizaje emocional se basa en la imitación. Es nuestra obligación como adultos generar una buena base de inteligencia emocional en los críos, para evitar que en su etapa adulta sufran con una innecesaria carga emocional.