Gabriel García Márquez.
Hace más de un año que no escribía en este espacio, pero aprovechando el día de descanso me dispongo ahora a repetir (en versión revisada) una publicación que realizé en Twitter y en Facebook con motivo de la tragedia reciente en Tlahuelilpan, estado de Hidalgo, México.
Durante las décadas de 1980 y 1990 me dediqué a la protección radiológica (PR) y pude ser testigo del cambio en la filosofía de esta actividad, como resultado de los hechos sucedidos el 26 de abril de 1986 en Chernobyl, a raíz del accidente sucedido en la planta nuclear que se ubicaba en Pripyat, Ucrania (en la antigua Unión Soviética, o URSS). Con relación a este incidente se puede leer en Wikipedia:
La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito expulsados, materiales radiactivos y/o tóxicos, que se estimó fue unas 500 veces mayor que el liberado por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945, causó directamente la muerte de 31 personas y forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación repentina de 116,000 personas provocando una alarma internacional al detectarse radiactividad en al menos 13 países de Europa Central y Oriental.
5 años después del accidente en esta planta nuclear en Ucrania, el OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) realizó una evaluación de los efectos de la radiación (y en general del accidente) en la población circundante. Uno de los hallazgos de los investigadores, que llamó la atención a nivel internacional, fue que se registraron no pocos casos de malformación en niños nacidos a los pocos meses después del accidente. Al profundizar sobre las causas, sin embargo, se encontró que la dosis de radiación recibida por las madres durante la gestación no justificaba tales efectos. La causa en todos los casos analizados había sido la desnutrición.
Es importante aclarar que antes de Chernobyl, el más importante precepto de la PR era “evitar a toda costa que la población civil reciba dosis de radiación innecesaria”. Esto llevó a las autoridades soviéticas a declarar una prohibición para el consumo alimentos derivados del campo en las comunidades rurales aledañas a la planta siniestrada, ya que una extensa área cultivable estaba contaminada principalmente con Cesio 137. Esta prohibición incluía el consumo de carne y leche.
El hecho de no poder consumir alimentos de la zona llevó a un número importante de mujeres embarazadas a sufrir desnutrición, lo que ocasionó las malformaciones detectadas. Después de saberse esto, el OIEA cambió el primer precepto de la PR a “la protección siempre debe hacer más bien que mal”.
Aunque este principio se originó en el ambiente de la Protección Radiológica, su aplicación debería ampliarse a otras esferas de la protección civil. Y se me ocurre que si se hubiese aplicado en la estrategia para combatir el robo de combustible aquí en mi México quizás no habría desabasto y se hubiesen salvado vidas. Pero es mucho pedirle a este gobierno de la 4a Transformación, lo sé. Apenas si pueden con la aritmética elemental (ver Animal Político).
Recordemos también que el recurso más socorrido por el tlatoani presidente de México para el combate al huachicol (robo de combustible) es “acabar a toda costa con la corrupción” (pero para resolver el desabasto manda comprar “de emergencia” 500 pipas a los EEUU, sembrando la duda de corrupción en el proceso). Me recuerda a las autoridades rusas: “evitar la irradiación, aunque mueran de hambre”. Al final en Chernobyl hubiese sido mejor que la gente comiera bien, aunque recibiera un poco de radiación. Y con esta reflexión no trato de justificar la corrupción en México. He dicho hasta el cansancio que la corrupción es un mal que corroe a la sociedad y que para erradicarla no solo basta con el ejemplo (supuestamente bueno) del presidente. Desde mi punto de vista se requiere de muchas iniciativas y transformaciones en la sociedad, pero principalmente en el impulso de incentivos para hacer valiosa la honestidad. Adicionalmente perseguir y enjuiciar a los huachicoleros, a los capos del crimen organizado, a los secuestradores y asesinos. En pocas palabras: Combatir el crimen en múltiples dimensiones.
En el caso de Tlahuelilpan, acudir a la corrupción para señalar la causa primera y última de la tragedia, es bastante irrelevante. Es como decir que la causa de las muertes en este incidente es el desarrollo de automóviles como medio de transporte y que se podían haber evitado si la gente recurriera al transporte en caballos y la carga en carretas tiradas por bueyes. Lo que hizo el presidente fue salirse por la tangente y evitar enfrentar su propia responsabilidad ante las evidentes fallas de su estrategia.
Los daños en los niños malformados de Chernobyl, causados por la prohibición de las autoridades rusas, fueron irreversibles. Como irreversibles son las muertes en Tlahuelilpan.
Imagen de entrada tomada desde Proceso