jueves, 25 de octubre de 2012

Paul Kurtz y la Virtud de escepticismo

La ciencia es la estética de la inteligencia.
Gastón Bachelard
Desde Skeptic Magazine
Por Michael Shermer 
Traducción: KC


El escepticismo se remonta a los antiguos griegos, capturado en famosa frase de Sócrates acerca de que lo único que sabe es que él no sabe nada. El escepticismo como el nihilismo, sin embargo, no nos lleva a ninguna parte y, por suerte, casi nadie lo acepta. La palabra "escéptico", de hecho, viene del griegos skeptikos, que significa "pensativo", bastante lejos de modernas concepciones erróneas de la palabra en el sentido de "cínico" o "nihilista". Según el Diccionario Inglés de Oxford, "escéptico" también ha sido utilizado para referirse a "investigador", "reflexivo", y, con variaciones en el griego antiguo, "vigilante" o "blanco para apuntar." ¡Qué glorioso significado de lo que hacemos! Estamos atentos, reflexivos y preguntando, y de cierta manera somos los centinelas que vigilan contra las malas ideas, defensores del consumidor del buen pensamiento que, a través de las directrices de la ciencia, establecen una blanco para apuntar. Paul Kurtz, quien murió esta semana a la edad de 86 años, fue uno de los fundadores del movimiento escéptico moderno, y él encarnaba el principio del escepticismo como indagación reflexiva. Verdaderamente era un vigilante que proporcionaba un blanco al que nosotros, los escépticos podemos todos apuntar.

Desde la época de los griegos, el escepticismo (en sus diversas encarnaciones) ha evolucionado junto con otras epistemologías y sus activistas sociales acompañantes. La Ilustración, en cierto nivel, fue un movimiento escéptico con un siglo de duración, ya que no había creencias o instituciones que no estuvieran bajo el escrutinio crítico de pensadores como Voltaire, Diderot, Rousseau, Locke, Jefferson, y muchos otros. Immanuel Kant en Alemania, y David Hume en Escocia eran escépticos de los escépticos en una era de escepticismo, y su influencia se ha mantenido invicta hasta el día de hoy (al menos en la filosofía académica y el escepticismo). Más cerca a nuestros tiempos, Charles Darwin y Thomas Huxley eran escépticos por excelencia, no sólo por la revolución que iniciaron y llevaron a (respectivamente) contra el dogma del creacionismo, sino también por su postura en contra del movimiento de espiritismo floreciente que se extendía por todo Estados Unidos, Inglaterra y el continente europeo. Aunque Darwin permanecía en silencio acerca de su escepticismo espiritual y trabajó entre bastidores, Huxley criticó públicamente contra el movimiento, lamentando en uno de los grandes de una sola línea en la historia del escepticismo: "Es mejor vivir un barrendero a morir y ser obligado a hablar a través de un "medium" contratado como un conejillo de indias en una sesión de espiritismo". En el siglo XX Bertrand Russell y Harry Houdini se destacan como representantes de los pensadores y hacedores escépticos (respectivamente) de la primera mitad, y el escepticismo en la segunda mitad del siglo fue marcado por el libro Modas y Falacias en nombre de la ciencia de Martin Gardner, que significó el lanzamiento de lo que pensamos hoy en día como "el movimiento de los escépticos", que tan valientemente Kurtz organizó y dirigió.

Ha habido un cierto debate (y muchas sutilezas) acerca de quién obtiene qué cantidad de crédito por ser el fundador del movimiento escéptico moderno a través de la organización Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP) y su revista Skeptical Inquirer (gran parte de esta historia se ha esbozado en las páginas de mi propia revista Skeptic, en las entrevistas con las grandes figuras del movimiento escéptico). Este no es el lugar para presentar una historia definitiva del movimiento, pero por lo que he recogido de fuentes de primera y segunda mano, es que escritor científico Martin Gardner, el mago James Randi, el psicólogo Ray Hyman, y el filósofo Paul Kurtz desempeñaron los papeles principales en la fundación y la planificación de la organización y el movimiento posterior.

Hay poca o ninguna posibilidad de que podamos convencer a los verdaderos creyentes de los errores de su pensamiento. Nuestro propósito es llegar a ese enorme terreno intermedio entre el gran núcleo de los escépticos duros y los creyentes dogmáticos, o sea gente como yo que pensaba que podría haber algo de cierto con estas afirmaciones, pero nunca había oído una contra explicación simple bien contada.

Independientemente de quién podría ser considerado como el "padre" del movimiento escéptico moderno, todos con quienes he hablado (incluyendo los otros fundadores) están de acuerdo en que fue Paul Kurtz más que cualquier otra persona quien realmente lo hizo posible. Todos los movimientos sociales exitosos tienen a alguien que tiene la capacidad de organización y la inteligencia social para hacer las cosas. Paul Kurtz fue ese hombre. Cuando fundó la organización que puso en marcha el movimiento escéptico moderno, yo era un estudiante graduado en psicología experimental. Por esta época (mediados de 1970) Uri Geller entró en mi pantalla de radar. Recuerdo que Psychology Today y otras revistas populares publicaron historias sobre él que brillaban intensamente, y los informes estaban a flote afirmando que los psicólogos experimentales habían probado que el psíquico israelí era genuino. Mi asesor, un psicólogo del comportamiento Skinneriano, estrictamente reduccionista, llamado Doug Navarick, no creía una sola palabra sobre él, pero pensé que podría haber algo en ello, especialmente a la luz de toda la otra investigación interesante que se estaba llevando a cabo sobre los estados alterados de conciencia, la hipnosis, los sueños, la privación sensorial, la comunicación con delfines, y similares. Tomé un curso de antropología con Marlene Dobkin de Ríos, cuya investigación se centraba en los chamanes de América del Sur y el uso de plantas alucinógenas. Todo parecía enteramente plausible para mí y, al estar personalmente interesado en el tema (la ouija siempre me dejó alucinado), me di cuenta que esto se estaba convirtiendo rápidamente en un sub-campo legítimo para la investigación psicológica. Después de todo, Thelma Moss tenía un laboratorio de investigación dedicado al estudio de lo paranormal, y fue en UCLA nada menos, uno de los programas de psicología más respetados del país.

Con el apoyo y el aliento de Kurtz, Martin Gardner, Hyman Ray, y especialmente James "The Amazing" Randi entraron en la esfera pública a través de publicaciones populares y técnicas para desacreditar esas tonterías, y Randi apareció en televisión para revelar cómo los psíquicos realmente hacen sus trucos. Fue, de hecho, en The Tonight Show de Johnny Carson donde Randi demostró cómo levitar mesas, curvear cucharas y realizar cirugías psíquicas. Randi no me convenció para que me conviertiera en un escéptico en toda regla durante esa noche, pero me hizo pensar que si algunos de estos psíquicos eran falsos, tal vez todos ellos lo eran (y si no falsos, al menos autoengañados). Aquí reside una importante lección.

Hay poca o ninguna posibilidad de que podamos convencer a los verdaderos creyentes de los errores de su pensamiento. Nuestro propósito es llegar a ese enorme terreno intermedio entre el gran núcleo de los escépticos duros y los creyentes dogmáticos, o sea gente como yo que pensaba que podría haber algo de cierto con estas afirmaciones, pero nunca había oído una contra explicación simple bien contada. Hay muchas razones por las que la gente cree cosas raras, pero sin duda una de los más penetrantes es simplemente que la mayoría de la gente nunca ha escuchado una buena explicación para las cosas raras que escuchan y leen. A falta de una buena explicación, aceptan la mala explicación que se suele ser ofrecida. Esto por sí solo justifica todo el esfuerzo realizado por los escépticos hacia la causa de la ciencia y el pensamiento crítico. Eso hace la diferencia.

Durante 20 años he estado a la cabeza de la Skeptics Society y la revista Skeptic, y como tal, por mucho que admirae a Randi, a Gardner, y las otras figuras públicas del escepticismo, he llegado a respetar más que nunca lo que Paul Kurtz ha hecho por nuestro movimiento. Puede que no sea un escritor tan prolífico y famoso como Martin Gardner, o tan público, visible y activista como James Randi, pero en términos del día a día de una rutina de mantener a flote un movimiento a través de los constantes maltratos y agresiones que provienen de fuentes variadas, son pocos los que se pueden comparar con Paul Kurtz. Así que cierro este breve recuerdo con varios extractos de lo que todavía se considera su mejor obra, La Tentación Trascendental, que debería ser de lectura obligatoria para todos los graduados de un curso sobre Escepticismo 101.

La tentación, dice Kurtz, "se esconde en lo profundo del seno humano. Está siempre presente, los seres humanos son tentados por el señuelo de las realidades trascendentales, subvirtiendo el poder de su inteligencia crítica, permitiéndoles aceptar sistemas míticos, no probados y sin fundamento". Específicamente, Kurtz sostiene que los mitos, las religiones, y las reivindicaciones de los fenómenos paranormales son señuelos tentándonos más allá del pensamiento racional, crítico y científico, por la sencilla razón de que toca algo en nosotros que es sagrado e importante: la vida y la inmortalidad. "Este impulso es tan fuerte que ha inspirado a las grandes religiones y movimientos paranormales del pasado y del presente y ha aguijoneado por demás a hombres y mujeres sensibles para tragarse patentemente falsos mitos y repetirlos constantemente como artículos de fe". ¿Qué impulsa esta tentación? La respuesta de Kurtz es perspicaz y elegante a la vez:

Vamos a reflexionar sobre la condición humana: todos nuestros planes fallarán en el largo plazo, si no es que en el corto plazo. Las casas que hemos construido y amueblado con amor, los amores que hemos disfrutado, las carreras que hemos desarrollado, todo desaparecerá con el tiempo. Los monumentos que hemos erigido en memoria de nuestras aspiraciones y logros, si somos afortunados, pueden durar unos pocos cientos de años, quizá un milenio o dos, o tres como las ruinas austeras y espléndida de Roma y Grecia, Egipto y Judea, que han sido recuperadas y apreciadas por las civilizaciones posteriores. Pero todas las obras de los seres humanos desaparecen y se olvidan en poco tiempo. En el futuro inmediato la ropa hermosa que nos adorna, incluso eventualmente nuestros amados hijos y nietos, y todas nuestras posesiones se disiparán. Muchos de nuestros poemas y libros, los cuadros y las estatuas serán olvidados, enterrados en algún estante de la biblioteca o en un museo, leído o visto por algunos estudiosos del futuro curiosos sobre el pasado, y, finalmente, comido por los gusanos y moho, o tal vez consumido por el fuego. Incluso las cosas que apreciamos mucho, la inteligencia y el amor humanos, los valores democráticos, la búsqueda de la verdad, con el tiempo se sustituirán por valores e instituciones desconocidos. Eso si la especie humana sobrevive, y esto aún es incierto. Si tuviéramos que elaborar un manual pesimista, fácilmente podría llenarse a rebosar con anotaciones de falsas esperanzas y sueños perdidos, un catálogo de sufrimiento y dolor humanos, de conflictos ignominiosos, de traición y derrota a lo largo de los siglos.

Aunque Kurtz suena pesimista, en realidad es un realista, y a veces incluso un optimista:

Si tuviera que hacer un inventario de la suma de las cosas buenas de la vida humana, ese inventario sería muy superior a las banalidades del mal. Yo superaría al pesimista por la catalogación de risas y alegría, por la devoción y la simpatía, por el descubrimiento y la creatividad, por la excelencia y grandeza. Las marcas hechas en el mundo por todas las buenas personas y por la raza humana en general son impresionantes. ¡Qué bueno ha sido todo! Los pesimistas apuntan hacia Calígula, Atila, César Borgia, Beria, o Himmler con horror y asco; pero me gustaría contra argumentar con Aristóteles, Pericles, Leonardo da Vinci, Einstein, Beethoven, Mark Twain, Margaret Sanger, y Madame Curie. El pesimista apunta a la duplicidad y la crueldad en el mundo; yo estoy impresionado por la solidaridad, la honestidad y la bondad que se manifiestan en el mundo. El pesimista nos recuerda la ignorancia y la estupidez; yo recuerdo el crecimiento continuo del conocimiento humano y la comprensión. El pesimista hace hincapié en los fracasos y derrotas; yo en los éxitos y victorias en toda su gloria.

El punto más importante que Kurtz hace en La Tentación Trascendental viene hacia el final de su discusión sobre el significado y los objetivos del escepticismo. Es una advertencia que todos debemos grabar en la mente, un pasaje que se debe leerse una vez al año:

El escéptico no está apasionadamente decidido a convencer a la humanidad de su punto de vista y sin duda no está interesado en imponerla a los demás, a pesar de que puede estar profundamente preocupado por el aumento del nivel de la educación y la investigación crítica en la sociedad. Sin embargo, si hay alguna lección que aprender de la historia, es que debemos ser escépticos de todos los puntos de vista, incluyendo las de los escépticos. Nadie es infalible, y nadie puede reclamar el monopolio de la verdad y la virtud. Sería contradictorio que el escepticismo buscara traducirse en una nueva fe. Uno tiene que ver con cautela las promesas de cualquier nuevo sacerdote secular que pudiera surgir prometiendo un nuevo mundo valiente, sólo si seguimos su camino a la claridad y la verdad. Tal vez lo mejor que podemos esperar es templar al intemperante y domar la tentación perversa que se esconde en su interior.

Que en paz descanses Paul Kurtz. Todos tenemos una gran deuda de gratitud contigo por hacer del mundo un lugar mejor. Serás extrañado.

*Reprinted with permission from the copyright holder the Skeptics Society and Skeptic magazine, www.skeptic.com



Comentario por K.C.

Me he animado a traducir este artículo debido a que quizás pocos conozcan la obra de Paul Kurtz. Es además muy gratificante poder leer a Shermer explicando sus primeras experiencias como escéptico redomado. Sin más que decir sólo me resta recomendar la lectura de "La Tentación Trascendental".


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