miércoles, 6 de febrero de 2008

Sobre el mito del "Efecto Mozart"


Este es uno de los temas que, al revisarlos, hacen que me duela ser escéptico. Y explico.

La música es una de mis grandes pasiones. Apreciarla e interpretarla. Exalta mis más profundos sentimientos, enriquece mi existencia y hace que mis días tengan un buen principio y un buen final. Tuve educación musical desde los 9 años, aunque ya desde antes manifestaba mi gusto por la apreciación de la música culta.

Solía escuchar rock pesado a todo volumen cuando estudiaba para mis exámenes de la preparatoria y de la universidad. Participé en el coro de la secundaria (aunque mi voz no era tan buena). Participé en más de tres conjuntos musicales en toda mi vida, incluso de manera semi profesional. Compuse música (no puedo decir que la escribí, porque para cuando la compuse por primera vez, ya podía hacerlo a través de una computadora), y aún escucho mis propias composiciones (y grabaciones) para relajarme.

Combiné mis habilidades musicales con las profesionales para convertirme en la década de 1990 en uno de los pocos ingenieros de sonido de la zona montañosa del estado de México que sabía física acústica y tenía dominio en el manejo de sistemas profesionales de sonido en vivo (sound reinforcement).

Basta de retrospectivas. Al punto. Acabo de leer un artículo en e-skeptic de hoy, titulado "
The Myth of the Mozart Effect". Y aunque el tema del texto es el supuesto aumento en la inteligencia por escuchar música del buen Wolfgang Amadeus, no deja de ser decepcionante el enfoque escéptico utilizado para desmitificar este efecto.

Por principio de cuentas, el autor (
Will Dowd) relata el origen del efecto Mozart. El buen Alberto Einstein solía distraerse un poco de sus cavilaciones tocando en el violín alguna sonata de Wolfgang. Su sentir, como el de mucha gente (entre la que me incluyo) era que la música y el intelecto del raciocinio están ligados. La música y su trabajo científico, solía decir, habían "nacido de la misma fuente".

Tomando eso en consideración, un psicólogo de la
Universidad de California Irvine (Gordon Shaw), junto con otros dos colegas, llevó a cabo en 1993 un estudio con 36 de sus estudiantes, en el que se les hacía escuchar a Mozart antes de hacerles una prueba de inteligencia. Al parecer este sencillo procedimiento hacía que los resultados de esta prueba tuviesen incrementos apreciables.

Posteriormente un músico (Don Campbell) se dió cuenta del potencial de negocios en este tema, y en 1996 registró la marca
Mozart Effect™. Ha escrito muchos libros y grabado música especialmente para reforzar este supuesto efecto. Sus grabaciones, entre las que se incluye "Don Giovanni" para fetos humanos, se han vendido como pan caliente en los EE. UU.

Muy interesante, digo yo, pero ¿que tan cierto es este efecto? ¿En realidad hay un aumento en la inteligencia por oir la música de don Amadeus? Aquí es donde duele, y fuerte: Al parecer no lo hay. Incluso en fechas recientes, el Ministerio Alemán de Investigación realizó un estudio cuya conclusión es determinante: Escuchar pasivamente cualquier tipo de música, sea de Mozart o de Molotov, no incrementa la inteligencia.

Al parecer lo que existe es una relación directa entre el entrenamiento para desarrollar habilidades de interpretación musical y el desarrollo del coeficiente intelectual, según lo propone este mismo estudio. Después de todo Einstein no escuchaba una grabación sino que interpretaba las obras de Mozart.

Pero entonces ¿qué pasa con esa magia que parece invadirnos cuando escuchamos el famosísimo "paam __ pam paam__ pam pam, pam pam pam paaaam? ¿Es magia o es sólo que cuando escuchamos algo que nos gusta sucede lo mismo que cuando comemos lo que nos gusta o cuando vemos lo que nos gusta? ¿Endorfinas all arround?

El punto es que los herederos de Don Campbell disfrutan ya de una jugosa pensión millonaria que resultó de crear un emporio sobre bases científicamente dudosas. De acuerdo con el artículo de WIll Dowd, antes de morir, Campbell trató de traducir el lenguaje científico utilizado en el estudio original de Shaw et al: "Escuchar música, conluyeron (Shaw y sus colegas, N. de KC.), actúa como un 'ejercicio' para facilitar las operaciones simétricas asociadas con las más altas funciones cerebrales. En términos llanos, puede mejorar tu concentración, aumentar tu capacidad de hacer saltos intuitivos, y, no incidentalmente, ahorrate unos cuantos golpes en tu juego de golf".

Esta traducción de los resultados del estudio de la Universidad de California Irvine es inexacto y poco sincero. Promete una mejoría que nunca se tendrá ciertamente por el sólo hecho de escuchar unas notas musicales. Es una hermosa metáfora, sin lugar a dudas, pero aunque duela decirlo, sólo ha servido para hacer grandes negocios, acuñar expresiones y engañar a muchos.

Y sí, me decepciona este enfoque escéptico que yo mismo pregono. Me decepciona porque hubiese querido que la música hiciese maravillas con mi supuesta inteligencia. Sólo por escucharla. Pero al parecer no es así. Ni modos, que le vamos a hacer....



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