martes, 30 de junio de 2009

Una historia fantástica que podría ser real

La fantasía no es otra cosa que un modo de memoria emancipado del orden del tiempo.

Samuel Taylor Coleridge

Queridos lectores.

El siguiente es un relato ficticio, obra de la imaginación de su seguro servidor. Espero que al salirme un poco de la tónica del blog, al fomentar la lectura de un relato fantástico, no se pierda la audiencia. Al contrario, esperaría que al leer este relato se encuentre una explicación alternativa al México de hoy.

Todos los personajes son ficticios y las situaciones (lo juro) no reflejan más que las ideas que se alojan en los oscuros rincones de la imaginación del autor. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia cuántica.



La historia de la Sal y los Cangrecanos.

Por Keith Coors.

Hace algún tiempo, en un lejano valle, vivía un pueblo de gente conocida como los Cangrecanos, que padecía de muchas vicisitudes: Aunque la mayoría tenía lo suficiente para vivir, había mucha diferencia de clases, algunos eran muy ricos, y había un sector que cada vez tenía menos. Había también mucha inseguridad, los asaltos, robos y extorsiones eran cosa de todos los días. Aunque no era un pueblo tan numeroso, sus grupos estaban muy marcados y divididos entre sí. Había un grupo de gente que trabajaba en el pueblo, construyendo casas, cuidando de la salud de los demás. Otro grupo se dedicaba a administrar las actividades comunales, otro grupo, decididamente inútil, sólo vivía de quitarle a los demás sus bienes y pertenencias. Otro grupo menor se dedicaba a cultivar la tierra y a criar ganado y aves.

El pueblo dependía de lo que le llegaba del exterior, pues aunque tenían a su grupo de hortelanos y ganaderos que producían parte de los alimentos que consumían, su número se reducía cada año debido a que algunos morían y sus hijos no querían seguir produciendo alimentos. Esto se debía a que este grupo productor era visto por los demás habitantes como gente de segunda clase.

La mayoría de la gente en el pueblo gustaba de comer bien, de vestir lindas prendas y usar caros perfumes. Pero casi todo esto venía del exterior, de otros pueblos que comerciaban con el principal producto del pueblo, que era la sal. Los Cangrecanos habían descubierto una mina de sal hacía unas décadas y habían decidido que el producto de la mina se repartiría entre todos. Pero la mina producía más sal de la que necesitaban, por lo tanto lo que sobraba lo vendían.

Entre ellos elegían cada tres años a un Consejo de Ciudadanos que se encargaba de administrar los beneficios de la mina de sal y de dictar algunas reglas de convivencia. Sin embargo para realizar esta elección los Cangrecanos tenían muchos problemas. Nunca se lograba un acuerdo que satisficiera a todos. A veces el Consejo de Ciudadanos mantenía al grupo de inútiles a raya, pero otras era incapaz de contenerles. A veces los beneficios de la sal daban para mejorar los caminos del pueblo, y otras veces para mejorar las casas de los miembros del Consejo. A veces mediante engaños se colaba al Consejo un miembro del grupo de inútiles. Esto hacía que los inútiles se viesen más beneficiados con los recursos provenientes de la sal, y que estuviesen más tranquilos, pero a veces no tenían influencia en el Consejo y desataban oleadas de robos y asaltos.

La forma que tenía el Consejo para repartir los beneficios de la sal era contratando a ciudadanos para realizar servicios hacia la comunidad, como iluminación, caminos, puentes, drenaje y otras obras. Los demás ciudadanos se conformaban con depender de lo que el Consejo presupuestaba. Aunque había cierta actividad comercial e industrial en el pueblo, pocos eran los que se animaban a hacer algo más interesante para comerciar con los demás pueblos; la sal era suficiente.

Pasaron los años y alguien descubrió que la sal se estaba acabando. Aún había suficiente, pero las vetas se agotaban peligrosamente. Ante esta situación una parte del Consejo planteó hacer cosas diferentes para no depender de la sal, pero el resto del Consejo contaba con el apoyo del pueblo, que no deseaba arriesgar su modo de vida. Finalmente hubo necesidad de tomar acciones para prevenir el agotamiento de la mina: Había dentro del consejo quien pensaba que había que abrir más túneles, otros pensaban que era necesario explorar en los alrededores para encontrar otras minas. Otros más pensaban que había que desarrollar nuevos productos basados en el ingenio de los Cangrecanos. El grupo de los inútiles no hacían propuestas, simplemente esperaban a ver que hacían los demás para después apoderarse de ello.

Una parte de la gente del pueblo comenzó a tomar partido alrededor de estas propuestas. Y para cuando llegó la hora de elegir representantes al Consejo hubo otra nueva partición de los Cangrecanos, partición que obedecía a las propuestas por la mina de sal. Por ello estos nuevos grupos se llamaron "partidos". Pero no incluían a la totalidad de la gente, simplemente aglutinaba a quienes se animaban a hacer propuestas. Decidieron que cada partido propusiese a candidatos, uno por cada grupo social, para tener una mejor representación.

Para el momento de anunciar quienes serían los candidatos para la elección, los inútiles comenzaron a ponerse un poco inquietos: todas las propuestas de los partidos incluían tareas para todos los sectores, trabajo comunal y agrupamientos profesionales, reducción de delincuencia y mejores formas de organización. Esto no les convenía, tendrían que trabajar honestamente y abandonar sus prácticas de latrocinio y holgazanería.

Se le ocurrió a uno de ellos un plan para continuar siendo inútiles, iniciando con una campaña anónima de desacreditación de los miembros del Consejo para desalentar a los Cangrejanos. Después habría una campaña para convencer a la parte del pueblo que no estaba aglutinada en los partidos para que anulasen sus votos, diciéndoles que en realidad no estaban representados en los partidos. Y algo más increíble aún: Se acercaron a los partidos para convencerles de incluir candidatos de su inútil grupo, aduciendo que ellos también eran Cangrecanos. Los partidos, por miedo, más que por convicción, accedieron a su petición.

Mucha gente que no estaba enterada de las propuestas de los partidos comenzó a hacer caso de estas campañas y circulaban entre ellos panfletos en los que se leían consignas para anular el voto como una protesta en contra de los partidos.

Llegó el día de las votaciones y sólo parte de la gente votó. Un 60% de la gente no votó, pues se habían dejado influir por la campaña de descrédito. De los que votaron, la mitad anuló su voto. De la otra mitad que emitió votos válidos, una parte estaba constituida por los candidatos y participantes de los partidos, pero la mayor parte era del grupo de inútiles. Como resultado, la gran mayoría de los candidatos ganadores provenían del grupo de inútiles, cuyos integrantes habían acudido
en forma por demás disciplinada a las urnas.

No obstante ser una minoría de la población, resultó que el grupo de los inútiles logró que sus candidatos (sin importar el partido) se colasen al Consejo haciendo mayoría. La inseguridad continuó en forma casi institucional, la gente siguió sin una guía clara respecto a que hacer para continuar con su estilo de vida, excepto seguir viviendo del presupuesto que provenía de la mina... y la mina, mientras dio sal, mantuvo a los inútiles como mayoría en el Consejo.


Imagen: Arte abstracto, "Mesalina", 1959, por Antonio Saura.

2 comentarios:

lacuerdatensa dijo...

Interesante recurso para educar ciudadanos. A veces es necesario contar las cosas como cuento.

Saludos desde la esquina donde las dudas pueden ser una forma de avanzar frente a las certezas que paralizan.

Pablogger dijo...

Gracias por tus palabras, siempre gratificantes Malena.

Saludos desde la esquina entre azul y medias noches

Recientes ciudadanos de Higadolandia