Desde Nature news
Por John Whitfield
Traducción y comentario final: KC
¿Por qué en el día de pago te sientes bien? No puedes comerte el dinero, y tampoco puede tener a tus bebés - así que ¿cómo esa sensación de "¡Yesssss!" puede ser tan dulce?
Trabajando con ratas, los neurocientíficos han adquirido una idea de cómo el cerebro llega a tener placer con recompensas abstractas. Los animales, sugieren, tienen un sistema de recompensas que se centra en resultados concretos - lo que una acción lograría - lo que a su vez se conecta a un sistema más general que nos permite saber qué te hace sentir bien.
La comprensión de cómo estos dos sistemas interactúan podría ayudarnos a comprender lo que sucede cuando las cosas van mal, como en la adicción a las drogas o, en general, los fracasos de voluntad. Los resultados se reportan en la revista Nature (1).
Es difícil explicar por qué la gente trabaja para obtener cosas que no son intrínsecamente gratificantes, dice el neuroscientífico Geoffrey Schoenbaum de la Universidad de Maryland en Baltimore. "La gente normalmente no trabaja para obtener recompensas primarias, tales como alimentación o sexo, sino para tener proxies, como el dinero".
Y, dice, la gente es capaz de planear su comportamiento con objetivos distantes en mente. "Usted trabaja más duro cuando usted desea una cierta cosa, como un coche nuevo."
Luz y sonido
Separar los sistemas cognitivo (orientado a objetivos) y general (emocional) es difícil, porque el logro de tus objetivos te hace sentir feliz. Schoenbaum y sus colegas lograron esta separación mediante el uso de una ingeniosa variación de condicionamiento pavloviano clásico.
En primer lugar, los investigadores enseñaron a las ratas a asociar una luz con una pastilla dulce con sabor a uva, y una luz diferente, con otra pastilla sabor a plátano. Tal condicionamiento hace a las luces satisfactorias por sí mismas - los animales se esforzarán por experimentar la señal luminosa, incluso si no recibe una pastilla.
Luego, el equipo emitió sonidos junto con las luces. La luz 'uva' con un sonido aún proporcionaba una pastilla de uva. En esta situación, los animales tienden a ignorar la información adicional y no aprenden a asociar el sonido con los alimentos.
Pero la luz "banana" además de un sonido daba lugar a una recompensa diferente - una pastilla sabor a uva. En este caso el sonido agrega información. La luz significa que viene algo agradable y el sonido le indica qué sabor será.
Las ratas gustan igual de los dos sabores, por lo que el sonido no les dice nada sobre el valor de la recompensa, sólo sus detalles.
La separación de deseos
A continuación el equipo sometió a las ratas solamente a sonidos y luces. Se observó que los animales presionaban una barra, ya sea para obtener la luz o el sonido en sí mismos, incluso si no seguía la pastilla-recompensa. La recompensa generalizada en el proceso y la propiedad abstracta del sabor son igualmente fuertes motivaciones.
Sin embargo, las ratas con daño en un área de su cerebro llamada la corteza orbitofrontal, que se cree que está involucrada en la toma de decisiones, trabajaban para ver el proceso asociado a la luz, pero no para escuchar el sonido asociado a la uva. Es decir, trabajarán por una señal asociada a las emociones positivas, pero no por una ligada a un resultado específico.
Es un poco como separar la famosa frase de Homero Simpson "Mmm… donas", en una expresión generalizada de placer ("Mmm"), y el objeto específico de su deseo ("donas"), y trabajar en forma separada con las regiones cerebrales responsables de cada pensamiento.
"Es un buen y brillante experimento", dijo Trevor Robbins, un neurocientífico en la Universidad de Cambridge, Reino Unido. "Es muy inteligente disección de los mecanismos de aprendizaje por el cual los estímulos que se asocian con las recompensas también son gratificantes."
La policía del cerebro
Schoenbaum sugiere que la corteza orbitofrontal, que se encuentra en la parte delantera del cerebro, justo por encima de los ojos, es el hogar del sistema de recompensas del cerebro cognitivo. Actúa como un meteorólogo, que predice el valor de los diferentes comportamientos, aprende cuáles son gratificantes en última instancia, y desencadena una respuesta emocional.
"La corteza orbitofrontal es la cúspide del sistema de recompensas del cerebro", dice Robbins.
Normalmente los dos sistemas va a dar la misma 'respuesta'. Sin embargo, la corteza orbitofrontal también podría actuar como una especie de policía, dice Schoenbaum, desviando la búsqueda de satisfacción inmediata en favor de metas a largo plazo.
A veces, sin embargo, las señales sobrepasan a los objetivos, como cuando la parafernalia de consumir drogas puede desencadenar antojos en los adictos. "Los adictos pueden volverse eufóricos sólo de poner una aguja en su brazo, antes de que la droga llegue al cerebro", dice Robbins. En una forma menos drástica, nuestros ojos pueden ver los arcos dorados de McDonald's y nuestros pies nos llevan hasta el cajero, a pesar de nuestra resolución para bajar de peso.
Como siguiente paso, Schoenbaum espera ir tras las regiones del cerebro que proporcionan la recompensa emocional. En última instancia, dice, podemos ser capaces de "manipular y corregir" los dos sistemas cuando llegan peligrosamente a estados fuera de equilibrio.
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Comentario
La felicidad, según mi propio esquema, no es ni siquiera las señales que proporcionan la pista del inmediato (o mediato) placer. Es una especie de lente con el que se ven las cosas, los sucesos, el diario acontecer de la vida y la esporádica ocurrencia (de acuerdo con la curva de Gauss) tanto de eventos altamente gratificantes como de eventos altamente dolorosos.
Quizás en mi fuero interno he logrado "manipular y corregir" ambos sistemas, pues esa sensación del "¡Yessss!" me viene muy a menudo, producto tanto de señales como de objetivos logrados, pero principalmente con ideas muy propias que a veces no tienen una conexión directa o factual con señales u objetivos.
O lo que es lo mismo, soy feliz cuando quiero serlo.
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Traducción y comentario final: KC
¿Por qué en el día de pago te sientes bien? No puedes comerte el dinero, y tampoco puede tener a tus bebés - así que ¿cómo esa sensación de "¡Yesssss!" puede ser tan dulce?
Trabajando con ratas, los neurocientíficos han adquirido una idea de cómo el cerebro llega a tener placer con recompensas abstractas. Los animales, sugieren, tienen un sistema de recompensas que se centra en resultados concretos - lo que una acción lograría - lo que a su vez se conecta a un sistema más general que nos permite saber qué te hace sentir bien.
La comprensión de cómo estos dos sistemas interactúan podría ayudarnos a comprender lo que sucede cuando las cosas van mal, como en la adicción a las drogas o, en general, los fracasos de voluntad. Los resultados se reportan en la revista Nature (1).
Es difícil explicar por qué la gente trabaja para obtener cosas que no son intrínsecamente gratificantes, dice el neuroscientífico Geoffrey Schoenbaum de la Universidad de Maryland en Baltimore. "La gente normalmente no trabaja para obtener recompensas primarias, tales como alimentación o sexo, sino para tener proxies, como el dinero".
Y, dice, la gente es capaz de planear su comportamiento con objetivos distantes en mente. "Usted trabaja más duro cuando usted desea una cierta cosa, como un coche nuevo."
Luz y sonido
Separar los sistemas cognitivo (orientado a objetivos) y general (emocional) es difícil, porque el logro de tus objetivos te hace sentir feliz. Schoenbaum y sus colegas lograron esta separación mediante el uso de una ingeniosa variación de condicionamiento pavloviano clásico.
En primer lugar, los investigadores enseñaron a las ratas a asociar una luz con una pastilla dulce con sabor a uva, y una luz diferente, con otra pastilla sabor a plátano. Tal condicionamiento hace a las luces satisfactorias por sí mismas - los animales se esforzarán por experimentar la señal luminosa, incluso si no recibe una pastilla.
Luego, el equipo emitió sonidos junto con las luces. La luz 'uva' con un sonido aún proporcionaba una pastilla de uva. En esta situación, los animales tienden a ignorar la información adicional y no aprenden a asociar el sonido con los alimentos.
Pero la luz "banana" además de un sonido daba lugar a una recompensa diferente - una pastilla sabor a uva. En este caso el sonido agrega información. La luz significa que viene algo agradable y el sonido le indica qué sabor será.
Las ratas gustan igual de los dos sabores, por lo que el sonido no les dice nada sobre el valor de la recompensa, sólo sus detalles.
La separación de deseos
A continuación el equipo sometió a las ratas solamente a sonidos y luces. Se observó que los animales presionaban una barra, ya sea para obtener la luz o el sonido en sí mismos, incluso si no seguía la pastilla-recompensa. La recompensa generalizada en el proceso y la propiedad abstracta del sabor son igualmente fuertes motivaciones.
Sin embargo, las ratas con daño en un área de su cerebro llamada la corteza orbitofrontal, que se cree que está involucrada en la toma de decisiones, trabajaban para ver el proceso asociado a la luz, pero no para escuchar el sonido asociado a la uva. Es decir, trabajarán por una señal asociada a las emociones positivas, pero no por una ligada a un resultado específico.
Es un poco como separar la famosa frase de Homero Simpson "Mmm… donas", en una expresión generalizada de placer ("Mmm"), y el objeto específico de su deseo ("donas"), y trabajar en forma separada con las regiones cerebrales responsables de cada pensamiento.
"Es un buen y brillante experimento", dijo Trevor Robbins, un neurocientífico en la Universidad de Cambridge, Reino Unido. "Es muy inteligente disección de los mecanismos de aprendizaje por el cual los estímulos que se asocian con las recompensas también son gratificantes."
La policía del cerebro
Schoenbaum sugiere que la corteza orbitofrontal, que se encuentra en la parte delantera del cerebro, justo por encima de los ojos, es el hogar del sistema de recompensas del cerebro cognitivo. Actúa como un meteorólogo, que predice el valor de los diferentes comportamientos, aprende cuáles son gratificantes en última instancia, y desencadena una respuesta emocional.
"La corteza orbitofrontal es la cúspide del sistema de recompensas del cerebro", dice Robbins.
Normalmente los dos sistemas va a dar la misma 'respuesta'. Sin embargo, la corteza orbitofrontal también podría actuar como una especie de policía, dice Schoenbaum, desviando la búsqueda de satisfacción inmediata en favor de metas a largo plazo.
A veces, sin embargo, las señales sobrepasan a los objetivos, como cuando la parafernalia de consumir drogas puede desencadenar antojos en los adictos. "Los adictos pueden volverse eufóricos sólo de poner una aguja en su brazo, antes de que la droga llegue al cerebro", dice Robbins. En una forma menos drástica, nuestros ojos pueden ver los arcos dorados de McDonald's y nuestros pies nos llevan hasta el cajero, a pesar de nuestra resolución para bajar de peso.
Como siguiente paso, Schoenbaum espera ir tras las regiones del cerebro que proporcionan la recompensa emocional. En última instancia, dice, podemos ser capaces de "manipular y corregir" los dos sistemas cuando llegan peligrosamente a estados fuera de equilibrio.
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Comentario
La felicidad, según mi propio esquema, no es ni siquiera las señales que proporcionan la pista del inmediato (o mediato) placer. Es una especie de lente con el que se ven las cosas, los sucesos, el diario acontecer de la vida y la esporádica ocurrencia (de acuerdo con la curva de Gauss) tanto de eventos altamente gratificantes como de eventos altamente dolorosos.
Quizás en mi fuero interno he logrado "manipular y corregir" ambos sistemas, pues esa sensación del "¡Yessss!" me viene muy a menudo, producto tanto de señales como de objetivos logrados, pero principalmente con ideas muy propias que a veces no tienen una conexión directa o factual con señales u objetivos.
O lo que es lo mismo, soy feliz cuando quiero serlo.
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Referencias
1. Burke, KA, Franz, TM, Miller, DN & Schoenbaum, G. Nature publicación anticipada en línea, doi: 10.1038/nature06993 (18 de junio de 2008).
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